II, Theaterstücke 5, Liebelei. Schauspiel in drei Akten, Seite 1781

Liebeiei
box 13/4

N. e Mrsestehe
PeriödicO. ARARRessSeRsRsssseretassAeessesseateeeRestereeeeeeeeee
Ciudad sgeestesesssstasesesssssstrsterstesschgrgessuazeeeeeeee
Fechdesedeaaeet tensenteeeneies tatseesereseteere ee eeee
EL MILAERO DE UNA GANCION DE
AMOR
AIEBELEI,
(Amorios)
El genio que circula a través de las
imägenes, movimientos, las expresiones
plästicas y sonoras de (Liebeleis, tienen
da suprema virtud de impresionar vi¬
vamente el espiritu. A la vez, alcanza
una eficacia casi divina de creaciön.
Los seres oeupan la pantalla mien¬
tras se desarrolla la mäs sencilla y más
humana acciön; parece inadmisible que
puedan ser actores, es decir, hombres
y mujeres reunidos para un fin concer¬

zQuiere reir? — zQuiere ser fellz?
RAPTEME USTED


tado, impulsados, doblegados a un jue¬
go previsto.
Llenan la sala de una vida tan pro¬
funda y natural; van tan lejos y con
tanta facilidad al fondo de los senti¬
mientos, al fondo del dominio carnaly
del fuego espiritual; pasan tan sincera¬
mente de la alegria al sufrimiento, de
la ternura a la muerte; en suma, rexis¬
tens hasta tal punto, que en aquel mo¬
mento und se niega a concebir que sean
distintos a como nos los muestra el dra¬
ma, que no esten allá donde les envuel¬
ve con sus delicadas redes, que tengan
otra risa que la que uno espera, otros
dolores que aquellos con los cuales es¬
tan alimentados, emnbellecidos y tortu¬
rados.
Y, en cambio, nada tan diffell de lo¬
grar. Este contagio imperioso, indiscu¬
tible, absoluto, de una flcciön; este po¬
der alucinante de un cuento, ya tan ra¬
ros para lus obras en las que el asun¬
toy los personajes nos son familiares,
tenfan en zu contra en -Liebelei= los
vestidos, el znedio, unos usos y und sen¬
sibilidad sin relaciön, ni lazo, ni mnedi¬
da comün con los nuestros.
Estos oflciales austriacos de savant¬
guerras esta Öpera de otra época, estos
amorfos odemodése, este baile de un re
H
por
MAUUA SCHNEIDER
Pröximamente., „Dönde?
eenen
gimiento desaparecido, estos barones,
este duelo, en fln, y esta joven muerta
por una pasiön, la fnocencia y la ne¬
cesidad de un amor eterno, zcömo po¬
dian emocionarnos de otra manera que
con las estampas, los grabados, las me¬
lodias de perdidas resonancias?
[Oué corriente directa, trémula, sen¬
sual y sensible podia establecerse con
nosotros, cugos sentimientos y sensibi¬
lidad han sido atroflados por las co¬
rrientes de la épocal
Las epopeyas de los agangsters, las
convulsiones de un doctor Jeckyll, un
sängel azule, una ópera de Quat Sous,
la cadena de las prisiones americanas,
he aqui lo unico que creiamos capaz de
crispar nuestros nervios y soliviantar
nuestro espiritu.
[Pe# eLiebeleis, Increible!
Y, ein embargo, asf sucede desde las
primeras escenas. Las personas, el de¬
en n aenten un vernen
vivamente al espectador.
La comuniön espiritual entre los ac¬
tores y el espectador se establece in¬
mediatamente.
Hasta el minuto decisivo se sigue y
se aprecia el singular sentido artistico,
exquisita finura, la fuerza creadora
la
el genio del invisible maestro que¬
mueve los hilos mägicos de la trama.
Sus detalles hieren constantemente“
la sensibilidad del espectador.
Se apoya una y otra vez sobre el obs¬
curo teclado de la naturaleza humanal
y hace esponder maravillosamente ab
cada un de sus llamadas
Se admiran las luces, las imägenes,
la selecciön de rostros, su füerza emo¬
tiva. Se piensa en un romanticismo le¬
jano y decantado, en los poemas de Ler¬
montoff y en la eseneig melancölica de
sus cantos.
Pero, de pronto, esta intervenciön del
espfritu critico, este velo entre la ac¬
ción y uno mismo, se hacen polvo. V
reinan ünicamente en la sala silencio-
sa y sobre la mister osa superfleie lu¬
minosg la juventud de los dos tenientes,
la mirada del barön, en cuyos destellos
de brillo acerado asoma la luz del des¬
tino; la flgurá de Fritz, magnfflcay tan
tiernamente marcada por la muerte, y
Los labios cändidos, amorosos y dulces
Fde la pequesia Cristiana.
Y cuando el trineo pasa a través de
los árboles helados llevando la dulce y
terrible promesa de los amantes, en los
surcos nevados se marca la mancha trä¬
gica y desgarradora.
He sabido luego que el smetteur en
scènes era M. Ophuls, que el teniente
Fritz se llamaba en la vida real Wolf¬
geng Liebebener y eu prometida Madga
Schneider. Péro no quise pensar en
ellos mas que un instante, a fin de ex¬
presarles un reconocimiento profundo,
asi como a todos sus colaboradores.
El mejor elogio que puede hacèrseles
no es, por ventura, el olvidarles, port
sus personajes creados en -Liebelein.
(De aEl Mundo Deportivos.)
J. K.